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Luz y Villa
Ella fue la más reconocida de las parejas del Centauro del Norte, su huella se conserva en Chihuahua
Ruth González
20 de noviembre del 2023, 06:38
Chihuahua.– “La Mera Mera”, así la llamaron hasta en un libro, la séptima esposa de José Doroteo Arango Arámbula. Fue la pareja más reconocida del general Francisco Villa. La casa donde doña Luz dejó sus recuerdos, ropa, cama, fotos, bastón, sillas, pistolas y monturas, en fin, un conjunto de objetos cotidianos que relatan su historia de amor, revolución, gloria y luto, es uno de los museos más visitados en la capital de Chihuahua.
A Pancho Villa se le atribuyen hasta 23 parejas, 75 bodas y 26 hijos, una lista oficial reconoce a 18 esposas, pero solo María de la Luz Corral Fierro consiguió llevarlo ante un juez civil (28 de mayo de 1911) y al altar (24 de octubre) y, es por ello, que la boda con la originaria de Riva Palacio (antes San Andrés) tiene, hasta la fecha, representaciones simbólicas en ese municipio, como un tributo a ese enlace.
Doña Luz vivió la tensión del antes y después de la Revolución Mexicana, pero también el esplendor de la viudez y la decadencia económica. A través de datos históricos e información de la Quinta Luz, ahora Museo Histórico de la Revolución, recapitulamos algunos aspectos de la vida de esta chihuahuense.

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Frente a una ventana de San Andrés
María de la Luz nació el 2 de julio de 1892, su madre, doña Trini, era viuda, atendía un abarrotes en su misma casa. A Francisco Villa lo conoció a los 17, pero se casó con él dos años más tarde.
“Yo veía todo esto desde nuestra pequeña casa comercial, atendida por mi propia madre”. Entre los revolucionarios que llegaron, ella vio por primera vez a Villa, ahí inició su historia.
Pero antes que Luz, Villa tuvo seis esposas. La primera fue en Torreón, Paula Alamillo, con la que procreó a Evangelina. La segunda en Parral, María Barraza, madre de Miguel. La tercera en Durango, María Isabel Campa, mamá de Ramoncita… La lista es larga, sin embargo, el gran amor de Villa y con quien más convivió fue Luz.
En el libro de Luz Corral, “Pancho Villa en la Intimidad”, ella narra su primer encuentro con el jefe revolucionario y el regreso del coronel tras la Toma de Juárez, cuando afinan los detalles de su boda. Uno de los ejemplares de ese libro, cuyo prólogo fue escrito por José Vasconcelos, aún se encuentra en la recámara de la viuda, en el museo que actualmente maneja la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
“Con palabras francas me dijo de su amor y de su vida solitaria y errante; que tenía la esperanza de que pronto terminaría la revolución y que quería, más que todo en el mundo, tener un hogar”, así describe Luz la declaración de amor del revolucionario.
En vestido blanco “La Güera” llegó al altar.
“A las once de la mañana, nos casamos, en presencia de los vecinos del pueblo y de los rancheros cercanos, que en nutrida caravana concurrieron. Así mi vida se fundió en la suya; mi suerte se encadenó a su suerte y después de tantos años, aún me parece que fue ayer”.
Quinta La Luz
Villa primero arrendó y después adquirió una casa que remodeló y amplió en la ciudad de Chihuahua para vivir con su esposa, le costó 6 mil pesos, la llamó Quinta La Luz, en su honor. El señor Santos Vega fue el encargado de agregar algunas habitaciones en la planta baja y el segundo piso. Los decoradores del interior fueron Hilario Berumen, Manuel Portillo y el italiano Mario Ferrer.

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Actualmente, caminar por este inmueble remonta a los visitantes al ambiente familiar que tenía la pareja. El comedor, el baño, la cocina, los salones y habitaciones, conservan sus pinturas y azulejos originales, hay objetos del general y de doña Luz que son de gran relevancia histórica.
Una fuente en uno de los patios centrales, el auto de Villa, algunas monturas y pistolas. En las paredes hay fotografías de Anthony Quinn, El Santo y otras celebridades que visitaron a Luz Corral.
La madre
Durante su matrimonio, Luz tendría una hija. “El día 14 de agosto, tuve la desgracia de perder a mi hijita (Luz Elena), de año y medio, quien murió de una manera repentina, siendo la opinión de quien la atendió, habérsele reventado una arteria del corazón por tantos sustos que la afectaron durante la lactancia”.
Años después ella adoptó a algunos hijastros, como a Agustín: “Tin, como le llamaban, era hijo de la Sra. Asunción Villaescusa; este chamaco nació pocos meses después que mi hija.
Un día, cuando Tin tenía dos años, lo encontré en la casa de, Toño, mi cuñado, y aproveché la oportunidad para pedirle al jovencito que lo acompañaba, que lo llevara a mi casa a visitarme. Desde entonces Tin fue mi gran amigo… Habiendo muerto mi hija, yo dediqué todas mis atenciones a aquel hijo de mi marido, que pasaba los días a mi lado y por las noches regresaba al de su madre”.
A Reynalda, “esta hija de Pancho, era la que más se le parecía, hasta en el carácter”. Y la tercera fue Micaela, “ella era hija de doña Petra Espinosa, era como un año mayor que mi hija”, “ahora venía a vivir con nosotros y con sus medios hermanos Reynalda y Agustín”, así lo narra en su libro.
Además de las hijas e hijos, también la pareja adoptaba a huérfanos de la División del Norte.
Revolución y exilio
Por anécdotas, Luz describe su complicada vida en el ojo del huracán de la revolución y el villismo. De 1915 a 1920 ella tuvo que exiliarse y narra su estancia en Cuba y después en San Antonio, Texas, cuando Carranza tomó el poder e inició la Expedición Punitiva.
Villa le informaba: “—el Gobierno Americano, desde hoy será enemigo de la revolución, puesto que ha reconocido al Gobierno de Carranza—. Pancho guardó un momento de silencio y luego prosiguió, Güera, prométeme cumplir un encargo que te voy a hacer: Si yo llegase a morir en alguno de los combates, alguna persona se encargará de enterrar mi cadáver y cuando tu regreses a México, harás las gestiones necesarias para traerlo a la capilla que mandé construir en el Panteón de la Regla”.
“El 25 de diciembre, nos embarcamos rumbo a La Habana en el vapor Atenas”. Allá varias noticias falsas llegaron, varias sobre la supuesta muerte de Villa. El 14 de octubre de 1916, “nos embarcamos rumbo a New Orleans y de allí a San Antonio Tex., donde nos radicamos temporalmente”.
La viuda y el museo
Tras el asesinato de Villa (20 de julio 1923), volvió a La Quinta Luz, ubicada en Calle Décima #3010, en la colonia Santa Rosa, pero habitó solo la parte izquierda del inmueble. Arrendó la otra parte y el resto lo hizo un pequeño museo para exhibir los objetos personales de Villa, lo llamó: Museo División del Norte.

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No volvió a casarse, además de la casa-museo, mantenía a un orfanato. “Sola; en esta casa construida por mi marido hace veinte años, mi vida se va deslizando en medio de mis recuerdos. Sola; muy sola el alma, suele rodearse de otras almas amigas que vienen a hacerme partícipe de sus tristezas y de sus alegrías”.
En 1981 donó la quinta a la Sedena, bajo la condición de que siguiera como museo. Falleció el 6 de julio de ese año, a los 89 años.

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Muere Eduardo Manzano, 'El Polivoz', a los 87 años
05 de diciembre del 2025, 07:34
Ciudad de México.- La comunidad artística despidió hoy a Eduardo Manzano, célebre comediante conocido como El Polivoz, tras darse a conocer su fallecimiento a los 87 años. La noticia fue confirmada por su hijo, Lalo Manzano, quien publicó un mensaje en redes sociales para honrarlo y agradecer las muestras de cariño recibidas.
En su publicación, Lalo expresó que la familia enfrenta un profundo dolor por la pérdida y valoró el apoyo de quienes se han acercado con respeto y afecto.
Manzano —nacido el 18 de julio de 1938 en la Ciudad de México— inició su camino artístico en la radio y el teatro, donde perfeccionó su habilidad para imitar voces. Su estilo estuvo influido por figuras como José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, uno de sus referentes.
Su primera gran plataforma llegó en 1959 con el programa La Hora del Imitador, escenario en el que conoció a Enrique Cuenca. Un empate en aquel concurso los llevó a unir talentos y, poco después, a formar el dúo Los Polivoces, que originalmente comenzó como un trío antes de consolidarse como pareja artística en 1960.
El debut del dúo en el Teatro Ideal marcó el inicio de una etapa de gran éxito. Su versatilidad y capacidad para crear voces y personajes les abrió rápidamente espacio en la comedia nacional.
Durante las décadas de 1960 y 1970, Los Polivoces se convirtieron en un fenómeno televisivo en México y Latinoamérica gracias a su programa homónimo y a participaciones en películas como Agarrando parejo (1964), Tres mil kilómetros de amor (1967) y El aviso inoportuno (1968).
Entre los personajes más recordados que desarrollaron se encuentran Agallón Mafafas, Gordolfo Gelatino, Don Teofilito y Wash and Wear, figuras que los posicionaron como referentes de la comedia mexicana. Manzano también se encargaba de la parte administrativa, asegurando contratos y giras que fortalecieron la carrera del dúo.
Tras el cierre de esa etapa, Eduardo Manzano continuó su labor actoral en cine, televisión y teatro. Participó en películas como Escuela para brujas (1990) y Yo hice a Roque III (1993), y en 2007 dio vida al personaje Arnoldo López en la serie Una familia de diez, encabezada por Jorge Ortiz de Pinedo.
El actor también prestó su voz en producciones animadas como Nikté y se mantuvo activo en los escenarios durante varias décadas. En 2021, cuando tenía 82 años, fue hospitalizado por una infección biliar, hecho que llevó al público a recordar su amplia contribución al humor en México.
Busca Ciudad de El Paso un administrador del Tesoro para unirse a su equipo
05 de diciembre del 2025, 06:53
El Paso.- La Ciudad de El Paso está buscando un administrador del Tesoro para unirse a su equipo.
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- Contador Público Certificado (CPA).

Dos asesinatos en Michoacán reabren el debate de cómo luchar vs cárteles
05 de diciembre del 2025, 06:53
Apatzingán.- En la penumbra de una noche calurosa, en un pequeño rancherío de casas levantadas entre interminables plantaciones de limón, un agricultor del occidente de México se acercó al sacerdote Gilberto Vergara para suplicarle ayuda.
Sumido en la desesperación, le contó que había decidido dejar secar un tercio de su huerta porque las extorsiones de los cárteles son tan fuertes que no se compensaban con la producción; que las autoridades no actuaban; que los productores de limón se reunían a escondidas y que tenían miedo a que los mataran si levantaban la voz o a morir de hambre si se quedaban callados.
El reciente asesinato de dos prominentes figuras que denunciaron al crimen organizado y las autoridades corruptas —un popular alcalde y un líder limonero — evidenció lo que los pobladores ya sabían: que los cárteles controlan gran parte del estado de Michoacán y su economía.
Ahora que el presidente estadounidense Donald Trump ha lanzado ataques contra supuestos narcoterroristas en el Caribe y el Pacífico y ha ofrecido a México ayuda militar contra los cárteles, la presidenta Claudia Sheinbaum se enfrenta a una presión cada vez mayor para poner freno a la violencia.
El sacerdote Vergara no espera mucho del gobierno, pero le ofreció al limonero mediar para que las autoridades escuchen a los verdaderos líderes de las comunidades. Sólo le pidió el nombre después de prometerle que únicamente se lo daría al obispo.
Luego, con la sotana blanca todavía puesta, condujo su camioneta por un polvoriento camino donde a veces los grupos armados ponen retenes o, más hacia los cerros, instalan minas o atacan con drones a sus rivales.
A los cárteles “ya no les interesa bajar el perfil porque tienen al Estado en sus manos, un gobierno cabeza abajo”, aseguró desde su parroquia en las afueras de Apatzingán.
“Luchaba por nosotros”
El 1 de noviembre siete disparos acabaron con la vida del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, de 40 años, mientras celebraba el Día de Muertos entre cientos de personas en pleno centro de su ciudad y pese a tener 22 escoltas, 14 de ellos Guardias Nacionales.
Semanas después la escena del crimen seguía acordonada junto a flores marchitas, velas y mensajes de duelo. “Ni un paso atrás”, decía uno de ellos.
Manzo –exdiputado del oficialista Morena y luego uno de sus críticos— era visto como el único político que intentaba limpiar de narcos su territorio. Había depurado a la policía municipal. Presumía sus capturas en redes. Visitaba a los vecinos en las zonas más complicadas. En octubre había pedido ayuda al gobierno federal.
“Yo sentía que luchaba por nosotros”, dijo Imelda Peña, una maestra de 42 años que aunque reconoció que Sheinbaum ha endurecido la estrategia de seguridad contra el crimen organizado, pensaba que no era suficiente. “Ojalá esto sea un punto de inflexión”.
Mensaje que resonaba
Los vecinos de Uruapan apodaban a Manzo “el Bukele mexicano” en referencia al polémico presidente salvadoreño y muchos lo veían como la persona que podría arrebatarle el gobierno del estado al oficialismo de Morena. Su mensaje de confrontación con los cárteles resonaba en todo el país.
El gobierno federal vinculó su crimen a una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), pero todavía no se sabe quién lo ordenó, el móvil, ni por qué el atacante, un adolescente, recibió un disparo cuando ya había sido detenido. Siete de los nueve procesados hasta ahora eran escoltas de máxima confianza de Manzo.
Ni la actual alcaldesa Grecia Quiroz, viuda de Manzo, ni nadie de su Movimiento del Sombrero, impactados tras las detenciones, respondió a numerosas solicitudes de entrevista de AP.
Cien kilómetros al sur de Uruapan uno puede imaginar la protección que tenía Manzo observando a Guadalupe Mora, autoridad local de La Ruana, quien también cuenta con 22 escoltas y Guardias Nacionales que siguen sus movimientos.
Mora, que no deja de denunciar la inacción del gobierno y el avance de los criminales en su pueblo, pidió seguridad tras el asesinato de Manzo y de un sobrino. A su hermano Hipólito, fundador de las autodefensas que se alzaron en armas en 2013, lo mataron hace dos años.
“Parece que les incomodamos al gobierno y al crimen organizado”, comentó. “Por eso nos están matando”.
Cuando los planes fracasan
Michoacán ha sido un dolor de cabeza para muchos presidentes y es ahora uno de los principales retos de Sheinbaum.
En los últimos 20 años han fracasado todas las estrategias federales de pacificación, mientras los grupos criminales se fueron fragmentando y especializando.
Al menos tres de los seis cárteles mexicanos declarados terroristas por la administración Trump —CJNG, La Nueva Familia Michoacana y Cárteles Unidos— operan en Michoacán junto a numerosas mafias locales, algunas de ellas apoyadas por el Cártel de Sinaloa.
Lanzan bombas con drones, usan lanzagranadas fabricados con impresoras 3D, entierran minas artesanales y cuentan con redes de vigilancia de hasta 40 cámaras cada una, según el gobierno del estado. La extorsión a todos los sectores económicos se consolidó como un negocio tanto o más lucrativo que las drogas.
El asesinato de Manzo desencadenó protestas que llegaron hasta la Ciudad de México y en Uruapan unas pintadas acusaban a las autoridades de estar implicadas.
Ante la amenaza de ver una caída en su popularidad, la presidenta Sheinbaum anunció más inversiones sociales y el envío de 2.000 soldados —para sumarse a los 4.300 permanentes y los 4.000 desplegados en los estados vecinos—, el segundo gran operativo su administración tras el de Sinaloa.
La diferencia, según el gobierno, es que ahora hay coordinación e inteligencia. Cortar los vínculos políticos de los cárteles sigue siendo una asignatura pendiente.
Estados Unidos está atento a Michoacán porque es la puerta de entrada de precursores químicos necesarios para fabricar drogas sintéticas. En los últimos dos meses las autoridades mexicanas desmantelaron 17 laboratorios y decomisaron cinco toneladas de químicos y casi 20.000 litros de precursores.
También le interesa porque es el principal exportador de aguacates, cuyos precios suben debido a la extorsión.
Al condenar el asesinato de Manzo en las redes, el subsecretario de Estado estadounidense Christopher Landau deseó que su recuerdo “inspire medidas rápidas y eficaces”.
Y como ocurrió en Sinaloa a principios de año, muchos pobladores afirmaron que si la presión de Estados Unidos impulsa a México a actuar, bienvenida sea.
El analista David Saucedo cree que la estrategia del gobierno será un combate selectivo contra grupos pequeños pero que generan mucha violencia, algo que le funcionó al actual titular de Seguridad, Omar García Harfuch, en Ciudad de México.
“Michoacán es la suma de los errores del pasado”, lamentó el padre Vergara. “Se inician planes y se abandonan a medio camino, no se tiene la mano firme como para aplicarlos al costo que sea”.
Una guerra sin fin
En la zona de cerros tapizada de huertas y ranchos que conecta Apatzingán con la costa la acción criminal es constante. Llega un grupo, se atrinchera en una casa, lucha, se va, llega otro.
Viagras, Caballeros Templarios, Blancos de Troya, Nueva Familia, Cárteles Unidos, Jalisco... los nombres se suceden, pero muchas veces no se sabe quién es quién o si son militares, porque todos llevan equipo táctico. Antes, recordó el padre Vergara, les miraban los pies a los uniformados para distinguirlos de los narcos, que siempre llevaban tenis.
La población queda en medio, aterrada por los drones y las minas que hacen retumbar sus casas porque, según reconoció una maestra, a las balas ya se han acostumbrado.
Muchos creen que la paz sólo llegará cuando un grupo domine al resto. Hasta entonces será una guerra sin fin, dijo una mujer que tuvo que huir en marzo de su pueblo con todos sus vecinos. Ambas pidieron anonimato por miedo.
La familia de la segunda mujer regresó cuando llegó el ejército, a excepción de su hijo de 19 años, a quien envió a Estados Unidos porque temía que un cártel se lo llevara para incorporarlo a sus filas.
Ella sabe que los soldados eventualmente se irán y la pone furiosa escuchar al gobierno decir que las cosas están mejorando. La mañana en que habló con AP un anciano de la zona resultó herido cuando una mina explotó al paso de su motocicleta.
Faltan líderes porque los matan
Después del asesinato de Manzo y del líder limonero Bernardo Bravo, muchos en Michoacán se preguntan quién denunciará ahora lo que ellos viven.
En algunas comunidades indígenas del norte del estado, como Sevina, el pueblo ha asumido su propia protección. La comunidad reforzó los patrullajes harta de que las fuerzas federales solo ayuden de forma temporal. Nada garantiza que vayan a tener éxito, aunque les inspira la lucha de pueblos vecinos que sí lo han conseguido.
Al sur hay menos optimismo. Los cárteles siguen asfixiando la economía a pesar del reciente despliegue de 800 soldados para proteger a los limoneros. Lo hacen controlando el precio del limón. Ellos deciden a cuánto se compra y se vende y se quedan por adelantado con una parte de cada transacción.
El agricultor que fue a pedir ayuda al sacerdote dijo que recibe por kilo la mitad de lo gasta en cultivarlo, por eso algunos empiezan a secar sus huertas.
Bravo lo llamaba un “secuestro comercial permanente” y organizó protestas para denunciarlo hasta que su cadáver fue encontrado en las afueras de Apatzingán dos semanas antes de que mataran a Manzo. Ahora los limoneros se quedaron sin nadie que levante la voz por ellos.
“No vemos que vaya a haber enderezo”, dice el agricultor. “La delincuencia nos tiene muy agarrados”.
