Estamos a nada de igualar a Japón en empleo

La presidenta Claudia Sheinbaum cerró 2025 presumiendo que México es el segundo país con menor tasa de desocupación en el mundo. El dato, avalado por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo del Inegi, marca un 2.7 por ciento de desempleo y coloca al país apenas por debajo de Japón. A primera vista, la cifra parece digna de aplauso. Sin embargo, basta rascar un poquito la superficie para que la celebración se vuelva incómoda y, para millones de personas, incluso ofensiva.

Y es que, ¿de verdad este número permite afirmar que la “transformación da resultados”? Y más aún, ¿con esta información la gente que sigue sin empleo debería sentirse tranquila o feliz?

Y aunque los que ahora están en el gobierno antes se quejaba de los términos económicos, ahora los usan con singular alegría, pues afirman que, en términos absolutos, el Inegi reconoce que 1.6 millones de personas estaban desempleadas hasta noviembre de 2025. Pero, lejos de reducirse, este universo creció en más de 11 mil personas respecto al año anterior. ¿Cómo encaja ese aumento con el cuento de éxito que nos quieren vender?

Pero el problema no se queda ahí, pues de lo que no hablan es de la informalidad. Más de la mitad de la población ocupada, el 54.8 por ciento, trabaja en condiciones informales. Son 32.8 millones de personas sin seguridad social, sin estabilidad laboral y, en muchos casos, con apenas lo necesario para sobrevivir. Técnicamente están “empleadas”, pero en la práctica viven al día.

Aquí es donde el bajo nivel de desocupación comienza a parecer más un espejismo. En México, no trabajar no siempre es una opción. La necesidad empuja a millones a aceptar cualquier chamba que genere ingreso, por precaria que sea. Vender en la calle, trabajar sin contrato, sin prestaciones y sin derechos, cuenta como ocupación para las estadísticas. ¿De verdad podemos comparar ese empleo con el de países como Japón o Alemania y concluir que estamos igual de bien?, ¿no le suena más o menos al, “tenemos un servicio de salud mejor que el de Dinamarca”?

El propio Inegi reconoce que la economía informal representó el 25.4 por ciento del PIB en 2024, un nivel mayor al de 2018. Es decir, no solo hay más personas trabajando en la informalidad, sino que esta forma de empleo tiene un peso creciente en la economía nacional. Lejos de ser una rareza temporal, se ha convertido en un pilar estructural. Celebrar el bajo desempleo sin mencionar este contexto es, cuando menos, una verdad de cuarta.

Además, hay otro grupo que rara vez aparece en estas gráficas optimistas: los que dejaron de buscar trabajo porque simplemente se cansaron. Personas que no entran en la estadística de económicamente activas, porque ya no creen que haya oportunidades para ellas. No están desempleadas según la definición estadística, pero tampoco están mejor. Simplemente se volvieron invisibles para el discurso oficial.

Por eso resulta pertinente cuestionar el mensaje presidencial. ¿Puede alguien que forma parte de esos 1.6 millones de desempleados sentirse reconfortado al escuchar que México es “el segundo país con menos desocupación en el mundo”? ¿Debe sentirse afortunado quien trabaja en la informalidad, sin prestaciones ni certeza, solo porque su situación ayuda a mantener baja la tasa de desempleo?

El 2025 fue un año de claroscuros para México. Hubo estabilidad macroeconómica, avances en algunos indicadores y una narrativa oficial que apostó por los números positivos. Pero también fue el año en que la informalidad siguió creciendo, el empleo de calidad no despegó al ritmo prometido y millones continuaron atrapados en un mercado laboral débil.

Al final de cuentas no importa quien gobierne nuestro país, pues parece que la clase política sigue pensando que a los mexicanos basta con que nos doren la píldora para que sigamos creyendo en ellos y esa no es la idea…