Casa de la Asegurada: Aprender a hacer y ser

Ciudad Juárez.- Las mujeres han ido tomando los espacios paulatinamente, los pasillos de las salas de espera en las unidades médicas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) no fueron la excepción, estas reuniones donde se aprendían oficios dieron nacimiento a la Casa de la Asegurada en México.

En Juárez, en 1960, el presidente Adolfo López Mateos inauguró el lugar que conocemos hoy por sus talleres de oficios, el edificio ahora renace tras la pandemia. Los adultos mayores, niñas y niños regresan a reclamar este espacio de aprendizaje y convivencia.

Panadería, Bisutería, Pintura, Tejido, Teatro, Uñas Acrílicas, Maquillaje, Danza, Zumba, Corte y Confección, Pastelería, Primeros Auxilios, Karate, Computación, Manualidades, Florería, Spinning, Yoga, son algunos de los ejemplos de la larga lista de los cursos, clases y oficios que ofrece el Centro de Seguridad Social de Ciudad Juárez.

Los socio-alumnos de la Asegurada nos comparten la importancia de retomar sus actividades aquí, en lo que ellas y ellos llaman: “su segunda casa”. Algunos han venido por más de 18 años, otros son nuevos en el lugar, no importa la antigüedad, aquí todos conviven “en familia”.

Un poco de historia

A nivel nacional, las primeras 58 Casas de las Aseguradas surgen bajo el plan del director del Instituto, el parralense Antonio Ortiz Mena (1952 a 1958). En nuestra frontera, tocó al director Benito Coquet (1958-1964) inaugurar y transformar la idea original. “Ahí se enseñaba costura, cocina y otras labores, lo que hice fue transformarlas en centros culturales de primera categoría, se llamaron Centros de Seguridad Social”, así lo narra el propio Coquet en el texto “Los Rostros del IMSS”.

Y es que además de los talleres de oficios, el edificio “hermano” de la Asegurada fueron los Teatros de la Nación. “Las figuras principales del teatro de aquella época eran Ofelia Guilmáin y Nacho López Tarso; se montaron obras clásicas”, dice Coquet en el mismo texto.

Además de este antecedente, en el “Manual de los Centros de Seguridad Social del IMSS”, se resume cómo las derechohabientes en 1955 comienzan en las salas de espera de las unidades médicas a “capacitarse en actividades de corte y confección y juguetería”, lo que deriva “que un grupo de mujeres se organizó y conformó los Clubes de la Asegurada. Ante este suceso y la creciente demanda, el IMSS decide crear las Casas de la Asegurada”.

Adaptada a la frontera

Aunque la Casa de la Asegurada inició operaciones en 1960, fue hasta 1985 que se abrió para todo el público, es decir, no solo a derechohabientes del Seguro Social, nos comparte la directora del lugar, Claudia Salcido Ochoa. Así que, no se necesita más que acudir y elegir el curso o clase de interés.

“Durante una remodelación no hubo el suficiente cuidado y archivos, fotos, y algunos documentos se perdieron”, comparte la funcionaria, “desafortunadamente tenemos pocas fotografías de cómo eran las instalaciones en el inicio, pero ahora luce totalmente distinto al edificio original”.

Los centros se “clonaron” en el país, por ello fue adaptado a las necesidades y clima extremo de la frontera. Luego de décadas ininterrumpidas de labor, la Casa de la Asegurada se sumó al combate médico contra la pandemia de covid-19. Y este edificio se convirtió en un hospital provisional en diciembre de 2020, se habilitaron 42 espacios de atención y pausó sus servicios. En julio de este año, y después de un proceso de adecuación, reactivó sus labores y el teatro.

Clases para crecer

“Tenemos muchas anécdotas de éxito… por ejemplo, un alumno de Danza que estuvo 6 años aquí, se quedó como maestro voluntario y ahora ya tiene su compañía, incluso tienen un mini teatro en la ciudad”, comenta la directora. Entre otros casos que nos comparte está el de un emprendedor de Corte y Confección, que su trabajo ha sido muy bien recibido en las maquiladoras, hace chalecos y uniformes.

En Panadería hay otras tantas historias de personas que cambiaron su vida gracias a la capacitación. Pero sin duda, las charlas más conmovedoras vienen de las salas de cada taller o clase, el ambiente es muy agradable y se siente verdaderamente la armonía de mujeres y hombres, muy creativos y positivos.

Y no todo es productividad, muchas personas, en especial adultos mayores, llegan con depresión y este lugar se convierte en su esperanza y salvación. La directora recuerda a un participante que llegó con una depresión avanzada, el integrarse a talleres y grupos de charla se transfmó en una nueva persona, “parece un jovenazo otra vez, está en Spinning, en Computación, platica con todos, esto cambió su vida”.

Saludables y con ritmo

Durante el recorrido de Revista Net por las salas de clases y oficios, nuestra primera parada fue en una clase de Zumba, donde un buen número de participantes estaban en muy buen ritmo, algunas personas compartieron su agradecimiento a la instructora, otras dijeron que era su segunda rutina del día. Es una sala amplia y limpia, se escuchaba “La Vida es un Carnaval”, de Celia Cruz. Hay un buen muy ambiente, de eso no hay duda.

Otro de los salones a los que acudimos con mucho movimiento fue al de la clase de Educación Física, el maestro Héctor Torres nos permitió observar la importancia de la rutina. “Después de 40 minutos de ejercicios cerramos con un juego lúdico”, nos dijo el profesor en lo que el grupo lanzaba balones a unos conos en la sala.

“Es muy importante mantener la actividad física a nuestra edad”, nos aconsejó el señor Benjamín Santos, quien con 79 años luce en una muy buena condición. El grupo se vio muy motivado y divertido durante la rutina.

Las joyas de la Asegurada

Un grupo de mujeres haciendo aretes, pulseras y collares, fue una de nuestras paradas en los talleres del primer piso, Bisutería es de las clases más populares. Las alumnas nos comparten su experiencia de dos, cinco o más años, con minucioso encanto. Hacen posible cualquier proyecto que las motive, las pulseras son “trabajo de un día”, pero el resultado parece de más tiempo por el detalle que tienen. Muy concentradas en sus proyectos, nos invitan a que a mediados del mes de diciembre a que veamos la exposción de sus productos. Al cierre del semestre, ellas exponen sus joyas como fin de curso, (amables lectores les recomendamos ir a apoyarlas), ahí muestran el resultado de estas laboriosas piezas, algunas podrán estar a la venta al público.

De este unido grupo, las joyas más importantes son sus participantes y una instructora que atiende cada duda y las ayuda a mejorar sus piezas.

Tejiendo recuerdos

Tejiendo recuerdos Ángelica Bustillos es la maestra del taller de Tejido, tiene uno de los grupos más entusiastas y numerosos, ellas no dudan en elogiar a su maestra con la que llevan también una amistad, ya que fuera de clase, algunas salen juntas a comer.

María del Rosario Enríquez tiene 10 años tomando cursos en La Casa de la Asegurada, Corte y Confección, Pintura, Taichí, y ahora Tejido y Bisutería, tiene su bastón de apoyo y teje con estambre rojo un bonito suéter.

Isela Gaytán también comparte de sus 18 años en el lugar, “estoy mala de una rodilla, la maestra me ayuda me lleva y trae de mi casa, estamos muy a gusto aquí, todas nos llevamos muy bien”.

Algunas, como Isela, han tenido que dejar los talleres del segundo piso por problemas en sus rodillas, el edificio no cuenta con elevador ni rampas para el segundo nivel. Por lo que optan por otros cursos abajo.

Zoila nos muestra unos cuadros recién tejidos para una blusa. Además, de Olga y Bety, María de Jesús dice: “yo empecé de ceros, aquí aprendí”. Cada una enseñó su prenda. Alma Tinojo también con una década en la Casa, nos cuenta que se pasó de Zumba a Tejido. María Flores Loera ocupaba toda la semana, sumando Gimnasia y Taichí, tiene 10 años de aprender y compartir.

Beatriz lleva 18 años tomando clases, actualmente toma Manualidades y Tejido, acude lunes, miércoles y viernes. La instructora Bustillos dice que “es muy bonito compartir lo poco o mucho que uno sabe, para que todos aprendamos, porque yo aprendo de ellas también”.

Marilu Granados considera que mucha gente piensa que todavía está cerrada la Asegurada por la pandemia.“Tengo como 12 años aquí, no venía porque pensé que aún estaba cerrada, hasta que me dijeron: ¡ya abrieron!”. Confiesa que estuvo molesta mientras no podía venir, pero comprende por lo que pasamos. Marilu defiende su espacio, dice: “se distrae una, sale una de la casa, de la rutina, un ratito que se venga uno aquí, nos hace mucho bien”.

“Somos como una familia de puras mujeres”, exclama desde un extremo de la sala Margarita Magaña, quien muestra un vestido. 

El retrato de casa 

La maestra Isela Contreras tiene 13 años impartiendo de manera voluntaria el curso de Pintura al Óleo, durante el recorrido notamos a un grupo muy participativo, creativo y alegre. “Hay gente que pinta muy bonito, hay gente que llega sin saber nada y poco a poco va aprendiendo”, asegura no tener favoritos “porque a todos los quiere mucho”.

Los artistas eligen sus temas, toman el pincel y hacen lo que más les gusta. Marichu Marrufo lleva un lustro de dar color al bastidor, “vine para desetresarme y te sirve mucho, aprendes demasiado, la maestra es muy buena”, ella no solo pinta, también confecciona sus creaciones. Su cuadro es bastante grande, le gusta hacer sus pinturas con mucho detalle.

Su compañera de a lado considera: “creo que cualquier actividad que pueda realizar una persona es un estímulo en su vida, que cambia completamente la manera de ver las cosas, crecemos como personas”, inspirada en sus mascotas transforma a unos lobos en sus canes.

Muchos particpantes compartieron sus barcos, retratos, frutas, bodegones, caballos, paisajes, una infinidad de talento se conjunta en este salón, bien iluminado y armonioso.

Un equipo que suma voluntarios

El equipo de la Casa de Asegurada es muy valioso, nos comparte la directora Claudia Salcido. “Tenemos cuatro trabajadoras sociales y dos auxiliares de Trabajo Social, hay ocho maestros de Educación Física (la mitad trabaja en el Campo de Futbol en Salvárcar). Allá trabajamos con unos 120 niñas y niños y aquí están los especializados para adulto mayor”.

Pero entre los docentes también hay instructores voluntarios que son parte el corazón del lugar “muchos vienen a compartir sus destrezas”.

Distinto a lo que se puede creer, en este lugar hay algo para todas las edades, basta con dar un recorrido y conocer la lista completa de talleres y cursos.

Cómo ser parte de la Asegurada

Todos los cursos tienen cuota de recuperación muy simbólica, sin embargo, hay modalidades para obtener cuota cero, como: personas con discapacidad y trabajadores del IMSS pensionados o jubilados. Para los pensionados o jubilados bajo el esquema del Seguro Social hay 50 por ciento de descuento, también los adultos mayores con tarjeta de INAPAM.

Los talleres se cobran por hora, algunos son de 250 pesos al mes, varían de acuerdo con la especialidad, en el caso de algunos voluntarios las cuotas de recuperación son muy bajas. Los cursos pueden variar dependendiendo la cantidad de solicitantes, a inicio de semestre se definen incluso nuevos si así lo solicitan, por ejemplo, hay charlas de Tanatología, sexualidad en adultos mayores, grupos de charla para tratar el tema de la depresión, etc., esas encuestas definen grupos para alistar los semestres.

La directora recomienda a los interesados conocer o volver a la Casa de la Asegurada, “es mejor que vengan y conozcan para ver todo lo que ofrecemos”, pero también pueden acceder a su página Facebook (La Casa de la Asegurada Juárez) para enterarse de las actividades.

Los pagos son directamente en banco, esto evita el manejo de efectivo para las inscripciones. Los cursos de 2023 se cierran a finales de noviembre, pero en algunos casos pueden preguntar por cupo aún en diciembre. Los horarios son flexibles, de 8:00 a.m. a 8:00 p.m. de lunes a viernes. El Centro de Seguridad Social se encuentra en la calle Panamá esquina con 20 de Noviembre, en la colonia Partido Romero y el teléfono es (656) 613 5930.